Hace tiempo me gradué en Matemáticas, aunque mi corazón siempre me indicó que debía estudiar medicina. Lo bueno es que a la vida le gusta sorprenderte y, si la sabes escuchar, te encarrila hacia aquello que más deseas.

Una inflamación muy dolorosa en el hombro y el brazo izquierdo bloquearon mi vida laboral y social por meses y me obligaron a abrir mi mente.

Antiinflamatorios, fisioterapia, infrarrojos…nada funcionó. Pasaba de un médico a otro, sin encontrar alivio. Hasta que una amiga me presentó un médico experto en homeopatía y acupuntura. Tras una sesión de acupuntura con él, el dolor del hombro y del brazo desaparecieron. ¡No me lo podía creer!

Después de unos años, llegó una fascitis plantar bilateral dolorosísima que persistió por 6 meses sin que ningún recurso alopático me pudiera ayudar, hasta que un día no pude más andar del todo. Esta vez el encuentro con el Reiki  y con un grupo de doctores payasos, voluntarios expertos en Gelotología (el uso de la risa como terapia), me ayudaron a salir de esta pesadilla. El dolor era psicosomático y estrictamente relacionado con el momento delicado que estaba viviendo en el trabajo y en casa. En pocos días se volvió un recuerdo. De nuevo, ¡no me lo podía creer!

Muy a menudo olvidamos que somos un conjunto entre Mente, Cuerpo, Alma y Corazón y hace falta que solamente una parte de esto todo se bloquee, se enferme, se entristeciera para que lo demás lo siguiera, manifestando síntomas de alergia, enfermedades, depresión, migraña, dolores, etc. Lo había aprendido a mi costa.

Entonces decidí empezar a estudiar para entender mejor lo que había pasado y porque había funcionado. Y mi enfoque hacia la enfermedad cambió del todo.
Desde hace entonces, la terapia holística viaja paralelamente a la medicina alopática en mi vida y una ayuda la otra en el proceso de mi cuidado y de mi salud.